ALICIA POZA
Comienzo a escribir muy de mañana, cuando apenas se vislumbra el
perfil de las cosas. Me gustan los amaneceres porque parecen anunciar
algo nuevo, y algo nuevo es la candidatura que hemos creado en nuestra
región con el nombre de Asamblea para el Senado.
Ahora me ocupan y
preocupan muchas cosas, por mi triple papel de madre, profesora y
ciudadana comprometida con este nuevo proyecto. Pero casi todas mis
ocupaciones y preocupaciones giran en torno a un mismo problema: el
porvenir de nuestros jóvenes, que son la fuerza más vital, la más
renovadora, la más capaz de aprender y desarrollar lo aprendido. Me
indigna que hayan sido tan olvidados y menospreciados por nuestros
gobernantes.
Pienso en los universitarios en paro, pero también
en los chicos y chicas que quieren tener una formación profesional y no
encuentran una suficiente oferta pública de plazas. Los veo todas las
mañanas, cuando voy a darles clase, y temo que si las cosas siguen así
no tendrán un trabajo estable y una vida digna.
Nuestros
gobernantes hablan con grandilocuencia del potencial de los jóvenes, de
una generación sobradamente preparada y que sin embargo no encuentra
trabajo. Pero son precisamente los dos grandes partidos con
responsabilidades de gobierno, en el Gobierno central y en los
autonómicos, quienes han sido corresponsables de la grave situación en
la que nos encontramos, al fomentar primero la burbuja inmobiliaria,
después los recortes sociales y laborales, y siempre los bajísimos
impuestos a los ricos, la banca y las grandes empresas. Por eso, España
es ahora el país con más desigualdades de la UE, y nuestra región la
Comunidad con más desigualdades de España.
Según la última
Encuesta de Población Activa, tenemos la tasa de desempleo más alta de
todos los países industrializados. Casi la mitad de nuestros jóvenes
están en paro y, lo que es peor, en la más terrible incertidumbre con
respecto a su futuro: sin perspectivas de conseguir un empleo, una
vivienda, una familia propia, un proyecto personal de vida. El paro
juvenil sigue en aumento, sobre todo en las comunidades que alentaron la
quimera del ladrillo. En España, casi millón y medio de hogares tienen a
todos sus miembros sin trabajo y con dificultades para sobrevivir. En
nuestra región, la pobreza y la exclusión social han alcanzado el índice
más alto del Estado: el 30%.
Los puestos de trabajo los
acaparamos las personas mayores, y aun así nuestros políticos tuvieron
la insensata idea de retrasar la edad de jubilación. Muchos mayores
seguimos trabajando y luchando por nuestros derechos, cada vez más
recortados; nuestras fuerzas no son tantas como las de los jóvenes, pero
eso no disminuye nuestra indignación. Por eso, jóvenes y mayores hemos
de unirnos para conseguir rescatar nuestra democracia, secuestrada por
los mercados. Tienen razón los indignados: «Nosotros no somos
anti-sistema, el sistema es anti-nosotros». Pero no basta con
indignarse: hay que construir una democracia al servicio de la
ciudadanía y eso exige transformar las instituciones. Es preciso que
entre todos defendamos con uñas y dientes unos derechos que ha costado
mucho tiempo y esfuerzo conseguir.
No queremos vivir en un mundo
dominado por el poder del dinero y sometido a la consigna
individualista del sálvese quién pueda. Hay que cambiar un sistema que
deja fuera a la mayoría de la gente y cuyos políticos sólo piensan en el
quítate tú para que me ponga yo.
No basta con resistir, hay que
crear algo nuevo. Por eso me presento como candidata de la Asamblea para
el Senado. Tenemos que ser los ciudadanos y ciudadanas quienes demos un
paso adelante y asumamos la responsabilidad de nuestro destino. No
dejemos la política en manos de los grandes partidos, que con sus
poderosos aparatos terminan olvidando a la ciudadanía y el compromiso de
transparencia que les debe unir con sus representados. Con la Asamblea
para el Senado queremos cambiar la manera de hacer política y plantar
una nueva semilla para el futuro. Queremos recoger las voces de los que
claman por una democracia real. Los políticos corruptos y los aparatos
clientelares deben dejar paso a una democracia más transparente y
participativa.
Si no ponemos remedio a este estado de cosas,
vamos a perder irremisiblemente la enseñanza pública y de calidad, la
sanidad universal y gratuita, la atención y protección de nuestros
mayores, el derecho a un trabajo digno y a un techo bajo el que
cobijarse. Todo ello está en peligro.
Necesitamos introducirnos en
esos organismos ciegos y sordos a nuestras demandas, como hacen los
virus (los biológicos y los informáticos), para reprogramarlos y
obligarlos a responder ante el clamor de las voces que exigen en la
calle una vida más libre y más digna, una sociedad más justa y más
poética.
Necesitamos rescatar la democracia de las manos del
capital financiero, y eso no lo conseguiremos solo en las calles, sino
también en las urnas.
Por eso ha nacido Asamblea para el Senado, por
eso estoy comprometida e ilusionada con este proyecto, y por eso animo a
toda la ciudadanía murciana a que nos dé su voto, para poner luz y
taquígrafos donde ahora reinan oscuras componendas de políticos y
banqueros.
(Artículo publicado en diario La Opinión de Murcia 5/11/11:
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2011/11/05/calle-urnas/362248.html )
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