Recuerdo la noche del 20 de noviembre de 1975. Era una noche fría. Franco moría en el hospital de La Paz de Madrid. Yo era una recién estrenada estudiante universitaria y trabajaba, como auxiliar de clínica, en ese hospital para poder pagarme los estudios . Esa madrugada llegué a casa eufórica, porque acababa uno de los regímenes fascistas más sangrientos y duraderos de Europa occidental. Empezamos a respirar. Tres años después, el 6 de diciembre de 1978, se aprobó en referéndum una nueva Constitución. Y tras ella se inició el período democrático más largo y próspero de la historia de España.
Pero la democracia española no rompió del todo con el franquismo, heredó de él unas graves hipotecas que la han lastrado durante más de tres décadas: la institución monárquica, los privilegios concedidos a la Iglesia católica, los bajos niveles de fiscalidad y de gasto social, y una judicatura ineficaz y muy complaciente con las élites económicas y políticas.
Si a todo ello le sumamos el desmesurado poder de la banca sobre el conjunto de la economía española, un modelo de desarrollo basado en el turismo, la construcción y el trabajo barato y precario, un persistente y doloroso atraso educativo y cultural y una escasa participación ciudadana en la vida política y sindical, el paisaje no es muy luminoso.
Pues bien, los principales responsables de que España no haya sido capaz de librarse de todas esas hipotecas heredadas del franquismo son los dos partidos políticos que han dominado la política española durante más de tres décadas, tanto en los gobiernos centrales como en los autonómicos: PP y PSOE. Durante la época de bonanza económica, sostenida en gran parte con fondos europeos y la burbuja inmobiliaria, ambos se atribuyeron el mérito del crecimiento y del bienestar.
Ahora que España ha despertado “de su santa siesta”, ninguno de los dos quiere asumir su responsabilidad. Pretenden hacernos creer que la única alternativa posible es elegir entre uno y otro. Pero ha llegado la hora de poner fin al círculo vicioso del bipartidismo. Ha llegado la hora de refundar la democracia española.
Porque, hasta ahora, PP y PSOE han monopolizado casi todos los resortes del poder institucional y han impedido que la ciudadanía tenga un papel mucho más activo en la vida pública, mediante procesos abiertos de democracia participativa. Ambos han sido incapaces de ponerse de acuerdo para avanzar hacia un Estado republicano, laico y claramente federal, con un Senado que represente realmente a las 17 comunidades autónomas. Ambos han alentado un modelo económico insostenible e injusto, basado en el ladrillo y en el trabajo precario.
Ambos se han negado a establecer una fiscalidad progresiva que garantice la redistribución de la riqueza y unos niveles elevados de gasto social y de servicios públicos de calidad. Por eso son también corresponsables de que España tenga hoy la tasa de paro más alta de Europa.
No es ninguna casualidad que los españoles consideren a la clase política como el tercer gran problema de nuestro país, tras el paro y la crisis económica. Pero conviene tener muy presente que clase política ha estado mayoritariamente conformada por el PP y el PSOE. Por eso, el próximo 20 de noviembre, los españoles deberían tener el coraje de acabar con el bipartidismo y apostar abiertamente por una verdadera alternativa política, económica y cultural.
El ciclo de la transición se ha terminado. La democracia española tiene que volver a refundarse. La ciudadanía tiene que volver a tomar el control de su destino.
La Constitución tiene que ser reformada, actualizada. Hemos de emprender un nuevo proceso constituyente que acabe con el asfixiante e ineficaz bipartidismo. Hemos de construir un Estado federal que redistribuya los recursos con equidad entre todas las personas y entre todos los territorios. Hemos de desterrar el modelo económico desarrollista heredado del franquismo que nos ha conducido a la grave crisis en la que nos encontramos. Tenemos que avanzar hacia un nuevo modelo de desarrollo ecológicamente sostenible, socialmente justo y económicamente eficiente. Y para eso necesitamos otros partidos, otros representantes, otras maneras de hacer política.
El 20 de noviembre, tenemos la ocasión de abrir un nuevo ciclo en la historia de la democracia española. Ojalá que los españoles tengan el coraje de dar un primer paso en esa dirección, limitando la hegemonía de los dos grandes partidos y dando una oportunidad a las candidaturas de Izquierda Unida-Verdes, Equo y Asamblea para el Senado, porque ellas abren una verdadera alternativa de futuro. Ojalá que,como decía la canción de Cecilia, versos de poeta ahora nos despierten de esta larga y santa siesta.
Alicia Poza. Candidata de la Asamblea para el Senado